A Propósito De Honestidad
Luis José González Sánchez
Antes de adentrarnos a analizar el concepto de honestidad, desde un contexto social en el que se hace imprescindible enarbolar los valores que garanticen la convivencia armónica, transparente y de confianza entre las personas que comparten espacios y expectativas comunes, haremos una radiografía del vocablo honestidad, proveniente del latín honestitas (honor, dignidad, consideración de que uno goza).
De acuerdo a esta definición, bien podemos deducir que la honestidad es la virtud que caracteriza a las personas por el respeto a las buenas costumbres, a los principios morales y a los bienes ajenos y, en consecuencia, igual se puede colegir que es la acción constante de evitar apropiarse de lo que no nos pertenece.
De igual manera, la honestidad es armonizar las palabras con los hechos, es tener identidad y coherencia para estar orgulloso de sí mismo. La honestidad, así vista, es una forma de vivir congruente entre lo que se piensa y lo que se hace, conducta que se observa hacia los demás y se exige dar a cada quien lo que es debido.
Si seguimos hurgando en la definición, concluiremos que honestidad, es un valor, vital y medular para poder convivir en sociedad, orienta todas las acciones y estrategias de nuestras actividades. Se trata de ser honrado en las palabras, en la intención y en los actos. Ser honestos nos convierte en seres de honor; aspirar a la honestidad es buscar la grandeza.
Balaguer decía que “se nace honesto como se nace artista o criminal”. No es mi intención contradecir a un intelectual, político, académico de la talla del doctor Joaquín Balaguer, mí líder, pero la tésis sobre si “se nace o se hace” ha sido suficientemente discutida por los científicos, desde sicoanalistas hasta connotados estudiosos del comportamiento humano con resultados sorprendentes en torno a la influencia que ejerce el contexto social en la conducta del individuo.
El excesivo bombardeo publicitario a que somos sometidos los ciudadanos a través de los medios de comunicación, televisivos, radiales y escritos y, con el nuevo componente de las “redes sociales”, en los que nos muestra un estilo de vida suntuoso, al que no escapan nuestros niños y adolescentes, constituye un instrumento de creación de antivalores que van moldeando nuestros gustos y necesidades reales, afectando principios y costumbres que son inherentes a la honestidad.
En nuestro país, por ejemplo, se hizo habitual observar por calles y avenidas de la ciudad, el desplazamiento de costosos automóviles (yippetas), cuyo valor sobrepasa los US$100 mil dólares, sin que nadie cuestione el origen de tales recursos, en una nación donde el salario mínimo ronda los US$250 dólares al mes.
La persona que es honesta puede reconocerse por:
Ser siempre sincero en comportamiento, palabras y afectos.
Cumplir con sus compromisos y obligaciones al pie de la letra.
Evitar la murmuración y la crítica que afectan negativamente.
Guardar discreción y seriedad ante las confidencias personales y secretos profesionales.
Tener especial cuidado en el manejo de los bienes económicos y materiales.
Parte importante de nuestro esfuerzo personal para mejorar este valor es reflexionar en nuestra actitud habitual hacia la honestidad.
¿Aprovecho el tiempo trabajando con intensidad y profesionalmente? ¿Evito aparentar ocupación para no recibir llamada de atención?
¿Evito aprovecharme de la ignorancia, el descuido, las debilidades o el exceso de confianza de los demás?
¿Devuelvo con oportunidad y en buen estado todo lo que he recibido en préstamo?
¿Reparo el daño causado a los bienes ajenos por mi descuido o pereza?
¿Rechazo toda murmuración o comentarios que afecten a la reputación de los demás? ¿Procuro hablar bien de las personas?
Recordemos que por el comportamiento serio, correcto, justo, desinteresado y con espíritu de servicio que adquirimos mediante la honestidad, éste se convierte en uno de los valores más importantes para el perfeccionamiento de nuestra honestidad.
Al finalizar concluyo citando dos expresiones de dos líderes de nuestro país:
Profesor Juan Bosch: “Honestidad, flor de virtudes”
Dr. Balaguer: “Se nace honesto como se nace artista o criminal”.